
Nos traicionamos sin saberlo
Por: Elena Puig
Nos traicionamos sin saberlo. Y aún sabiéndolo continuamos haciéndolo porque llevamos muchos años de práctica inconsciente.
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Hasta que un día despertamos. Nos damos cuenta. Aprendemos a observarnos... y, oh, pero qué estoy haciendo...
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Me permito actuar una y otra vez de la misma forma, sin aceptar que eso me llevará al mismo resultado. Si ya lo decía Albert Einstein que para conseguir resultados distintos hay que hacer cosas distintas. La física y su mundo de energía y de sutilezas les permite ver con claridad lo que a la mayoría nos parece oscuro y difuso.
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Me permito culpar a los demás y al mundo de lo que me ocurre, sin asumir que siempre, siempre, hay una pequeña parte que está en mis manos. Aunque sea minúscula... ¡hazla!
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Me permito no poner límites porque estoy enganchado a gustar a los demás, a complacerlos, a dejar de ser yo para ser aceptado. Para ser querido.
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Me permito juzgar, aquí y allá, sabiendo como sé que la vida de los demás es una gran incógnita para mí... ¡si ya lo es la mía!
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Me permito huir de las situaciones sin haber aprendido, sin haber aceptado el reto que me suponen, sin haber asumido que las situaciones complicadas pueden dejar grandes aprendizajes.
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La vida, cuando se acepta, implica salir de nuestras zonas de confort. Sentir con claridad la incomodidad y, a pesar de ella, persistir. Sacar la cabeza de nuestra casita confortable para ver que hay ahí fuera y afrontarlo.
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Hoy, momentos de traición. Porque son momentos de "no cambio", de piloto automático. Hoy, os invito a la reflexión. Y reflexionar no es asentir, es reflexionar. Dejarlo en maceración. Ya me dirán qué sabor les queda.