EN BUSCA DE SENTIDO / ENCUENTROS

Schopenhauer decía “El azar reparte las cartas, pero nosotros las jugamos” y en la vida hay una dialéctica entre lo que no controlamos:
El azar: lo que no depende de nosotros, lo que puede pasar y favorecernos o desfavorecernos de entrada.
Nuestra capacidad de gestionar la existencia a partir de nuestra capacitación y nuestra conciencia.
Hay personas que frente a un mismo desafío o circunstancia, lo vivirán como una ola que se los lleva por delante; otras personas aprovecharán ese movimiento para desplazarse como si fueran sobre una tabla de surf.
La buena suerte consiste mucho en cómo somos capaces de ser oportunos, de allí se deriva la oportunidad. Pero tú no puedes ser oportuno si no eres consciente, si no eres capaz de identificar qué puedes extraer de una circunstancia.
En este punto la reflexión y la sabiduría es fundamental, por lo tanto hay que diferenciar la suerte a secas o azar, de la buena suerte que es nuestra capacidad de crear circunstancias desde nuestra preparación, nuestro empoderamiento y nuestra conciencia.
Thomas Jefferson decía "Yo creo bastante en la suerte y he constatado que, cuanto más duro trabajo, más suerte tengo
La suerte es mucho más que una cuestión de azar
Está constatado que las personas que reciben un gran golpe de suerte en la lotería, lo pierden todo o casi todo, entre un año y tres o cuatro años, (incluido el propio patrimonio que tenían previamente).
Antes de adquirir un gran poder uno debe adquirir la sabiduría para poder gestionarlo; si a una persona le hacen llegar muchísimo dinero pero no tiene la capacidad de gestionar bien el gasto, lo va a perder todo, y es más, la persona y su entorno pueden enloquecer
En este caso se da la paradoja de que muchas veces un gran golpe de suerte deviene en muy mala suerte. Salvo en los casos de que esa persona que es favorecida por la lotería, ya tenga una preparación, una conciencia que le permita gestionar muy bien sus inversiones, ser eventualmente generoso y solidario con quien corresponda pero dejando claro hasta dónde puede llegar y quiere llegar. A partir de aquí la cosa cambia mucho, cuanto mayor es la preparación de una persona, menor es el azar.
Si yo te doy un arco con unas flechas y te digo dale al blanco, pero no has disparado nunca; si das en el blanco por primera vez quien te vea te dirá, que suerte has tenido, o le has dado por azar.
Pero si tú eres un arquero experto, representante de la selección nacional de tu país de tiro con arco, y te dan un arco y una flecha y la primera vez el tiro lo das perfectamente en el centro, nadie te dirá que has tenido suerte.
Einstein tenía razón cuando decía "La suerte es una función de parámetros desconocidos", pero se puede parametrizar.
Si yo lanzo una moneda al aire y no tengo más información y me preguntas cara o cruz, yo te diré al azar mi opción y lo acertaré en el 50% de los casos. Pero si yo sé el peso, diámetro y grosor de la moneda, temperatura, presión si hay viento, en qué dirección se mueve, y sobre todo si sé el ángulo y fuerza de salida de la moneda, todo eso lo puedo introducir en un programa informático y en el momento de lanzamiento una cámara captará mi movimiento, deducirá la fuerza, y me dirá cara o cruz con un porcentaje de aciertos mayor.
Esto lo han hecho algunas facultades de física del mundo. Por lo tanto, lo que en principio es azar; desde la conciencia, preparación e información se reduce, y por lo tanto, tu valor explicativo de la realidad y las predicciones que puedes hacer, son mucho más potentes.
Podemos vivir la vida como algo que pasa o podemos meternos plenamente en el flujo de la existencia, desde la conciencia.
La sabiduría no tiene que ver con la inteligencia La inteligencia resuelve enigmas, pero la sabiduría resuelve misterios. Hay personas muy eruditas que ganarían una partida de juego de un programa de televisión pero a lo mejor a esa persona no le preguntarías si tienes un problema con tus hijos o pareja, si quieres cambiar de profesión o reorientarte existencialmente.
La sabiduría es el resultado de la reflexión, por eso, se da la paradoja de que hay personas que no han tenido acceso a la universidad, pero que son profundamente sabias y que te diriges a ellos.
A ese campesino que a lo mejor conociste en tu infancia y al cual vas a hablar porque esa persona a partir de observar la vida, la existencia, la naturaleza es capaz de generar ideas, metáforas, reflexiones que te abren ventanas a la hora de vivir mejor una vida buena, bella, y con sentido.
Esa es la gran paradoja que la sociedad contemporánea tiende a evitar: vivimos en un flujo continuo de agendas llenas, estímulos constantes e impactos de atención que nos dispersan del ser.
Si miras hacia ti mismo, no te conocerás y por lo tanto no sabrás lo que quieres o no. Tampoco podrás dirigirte hacia un sentido determinado que tú hayas trazado.
La inteligencia no es suficiente para la sabiduría, mientras que la reflexión sí que es imprescindible, así como la sencillez. Cuanto más te complicas la existencia, más difícil es poder distinguir lo esencial de lo accesorio.
Claves sobre lo que podemos controlar
Para gestionar mejor nuestra vida solo podemos controlar lo que podemos nutrir en nuestras diferentes dimensiones como seres humanos.
En primer lugar está la inteligencia emocional y social, es decir, aprender a amar y a querer, a la cual en definitiva le llamaríamos actitud.
Actitud ante ti mismo, ante los demás y ante la vida. Dice el dicho que algunas veces se gana y otras se pierde, pero yo no estoy de acuerdo. Algunas veces se gana y otras se aprende: la cuestión es ¿Nos paramos a reflexionar?
En segundo lugar se encuentra el conocimiento, es decir, la ventaja competitiva, el conocimiento diferencial, el saber mucho y muy bien de lo tuyo, la especialización pero a la vez una visión holística, leer buenos libros, tener buenas conversaciones, ver buenas entrevistas, reflexionar.
La tercera es la habilidad; Quevedo, el gran escritor, decía que sabio no es el que sabe dónde está el tesoro, sino el que se arrodilla y escarba la tierra para conquistarlo.
Para ello se requieren hábitos, disciplina, inteligencia, práctica, que lleves la inteligencia cognitiva a un hábito concreto de deporte, de alimentación, de lectura de cualquier ámbito de la vida en lo que tú te puedas nutrir y ser más saludable, más potente y más consciente.
Compromiso, es decir inteligencia ética; el poner al servicio de los demás lo que la vida te ha dado es un gran generador de sentido. Si eres una persona psicológicamente sana puedes hacer felices a los demás. Cuando hay una actitud potente, un conocimiento potente, una habilidad potente y un compromiso potente dentro de una voluntad ética entonces lo que creas es una cultura.
La cultura es la palabra mágica, y por cultura me refiero a lo que la gente hace cuando nadie la ve. Cuando una persona, un sistema humano, ciudad, o nación tiene una actitud potente, un conocimiento potente, una habilidad potente y un compromiso potente, su capacidad de crear buena suerte colectiva se multiplica exponencialmente.
La buena suerte no es posible si no lo es también para los demás; la gente que se queda con buena suerte para sí misma pero no la comparte puede ser aparentemente ser afortunada pero en el fondo acaba siendo muy desgraciada.
Inteligencia psicológica e inteligencia emocional
Por desgracia, no hemos recibido la formación ni la capacitación que nos permita entender los lenguajes psicológicos que tiene la especie humana.
La gran paradoja es que, en el ámbito del marketing por ejemplo: se enseña a cualquier persona que aprenda marketing, que existe la segmentación como una estrategia fundamental de mercado, pero, a nivel humano no se nos explica los perfiles de personalidad que hay, cómo funcionamos,
¿Cuáles son los canales de comunicación que tiene cada perfil? Hay perfiles empáticos sociables, otros metódicos mucho más mentales, otros promotores muy orientados a la acción, al logro y al éxito, otros más perseverantes centrados en los valores, otros perfiles son meditativos reflexivos necesitan el pensamiento y la soledad del aislamiento otros son rebeldes creativos, provocadores, divertidos.
Cada perfil tiene una inteligencia natural distinta, un canal de comunicación natural, una manera de manejar el estrés diferente, y el gran drama es que los seres humanos a veces no nos entendemos porque proyectamos en el otro lo que somos.
Ahí está la gran paradoja: como yo no te entiendo proyecto que tu manera de ser me está amenazando a mí, porque yo estoy proyectando mi fantasma. Si a nuestros hijos se les tendría que enseñar psicología evitaríamos mucho sufrimiento innecesario.
La suerte solo es buena cuando es compartida
¿De qué sirve ser el más rico del cementerio? El problema es que los humanos dejamos lo esencial para después del funeral.
Lo que da sentido a la vida es amar a alguien o a algo; sin eso la vida no tiene sentido y muchas personas caen en depresión o en enfermedades psicológicas.
Si no somos capaces de vincularnos, de cuidar, de comprender al otro vivimos en un desierto.
Muchas personas que llegan a ese desierto pretenden cubrir esa necesidad fundamental de vínculo con intensidad y no con profundidad y acaban comprándose cosas, y viviendo experiencias cada vez más fuertes, y metiéndose en un camino de vértigo que les acaba perdiendo a sí mismos y a los demás.
La clave de la construcción del sentido de la vida es el amor, y la clave de la construcción de la buena suerte es ese amor traducido en la voluntad de servir, cuidar e inspirar.
Creer y confiar
Cuando tú crees en algo o en alguien y confías en ello surge una variable fundamental en la vida que es el compromiso.
Tú no te comprometes con nada ni con nadie en quien no confíes; en una relación de pareja, en un equipo de trabajo, en lo que sea, solo desde el compromiso es posible la calidad, no hay calidad sin compromiso, la calidad sostenida lleva a la excelencia y ésta a la transformación.
Creer
Confianza Compromiso Calidad Excelencia Transformación Desde el creer se produce el crear, por eso es tan importante crear vínculos humanos de alta confianza, que en el fondo es binaria. Si yo te digo del 1 al 10 ¿cuánto confías en mí? Y me dices un 7, tengo un problema porque en realidad no confías, hay 3 puntos de distancia al 10.
La confianza real es 0 o es 1, está o no está al límite, podemos decir, confío un poco, en el fondo es desconfiar. Cuando creemos, creamos y cuando somos capaces de crear vínculos de alta confianza, la realidad cambia radicalmente.