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La alegría, por José Miguel Valle

Actualizado: 16 jun 2020

EN BUSCA DE SENTIDO / TEMAS PARA CRECER


La alegría siempre nos lleva al encuentro del otro


La alegría es el sentimiento con el que celebramos el sí a la vida. Se trata de un brote que se desata cuando nos encontramos en una situación que favorece nuestros intereses. De repente, el mundo ha concedido derecho de admisión a alguno de nuestros deseos, proyectos, o metas.


Sentimos que la vida se alía con nosotros y esa alianza nos suministra altos niveles de una energía que se disemina con celeridad por todo el cuerpo. La cara y los ojos se ensanchan y refulgen. Se realzan los pómulos. Se estira la curva carnosa de los labios. Aumentan los niveles de oxígeno.


Se estimulan los neurotransmisores en la circulación sanguínea. Se incrementa la capacidad propulsora. El lenguaje cotidiano anuncia que cuando estamos alegres «saltamos de alegría». Así es. La alegría nos hace saltar aunque todo sea quietud en nuestro derredor.


En los momentos de mayor ebullición parece como si quisiéramos escapar del contorno de nuestra corporeidad, deshilachar las costuras que constriñen nuestra expansión. La alegría recluta lo mejor de nosotros y el cuerpo se nos queda pequeño. Cuando decimos que «no cabemos de gozo» lo que queremos señalar es que nuestra geografía corporal es demasiado diminuta para abrigar el tamaño agigantado que nos proporciona un hecho fruible.


Cuando nos coloniza la alegría y nuestro cuerpo se torna insuficiente para sostener su irradiación, siempre nos dirigimos al encuentro del otro. Al no caber en nosotros solicitamos que el otro recoja ese desbordamiento. La alegría solo alcanza su plenitud cuando se comparte. El sí a la vida se convierte en el sí a los demás.


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